Estrasburgo condena a España a indemnizar a Otegui por violar su libertad de expresión
La Historia de España desde 1936 hasta nuestros días, ha sido contada por los vencedores en tres etapas claramente delimitadas. Es verdad que hasta la denominación dada es divergente en ambos bandos. Guerra Civil, Dictadura y Transición. En los tres periodos han sido los mismos los vencedores y los mismos los venidos.
En principio en la tarde del 17 de julio de 1936, hubo un pronunciamiento militar que dio un Golpe de Estado contra la República. La resistencia ante la traición de algunos militares al orden constitucional, provocó una Guerra Civil, que duró tres años.
Los sublevados llamaron a este cuartelazo, Glorioso Alzamiento Nacional. Y al enfrentamiento fratricida, Cruzada de Liberación Nacional. Es evidente e históricamente probado que el Ejército, el Capital, la Iglesia y los Caciques, fueron los aliados para llevar a cabo los hechos y fueron ellos los que cambiaron sus denominaciones.
Cuando el general golpista gana la guerra, es exaltado a la Jefatura del Estado con la categoría de Caudillo de España por la Gracia de Dios y Generalísimo de los Ejércitos; Teniendo todos los atributos de un protodiácono de la Iglesia y las prerrogativas de un prelado eclesiástico. Era recibido por el Deán de la Catedral y su figura se entronizaba en el templo bajo palio.
En realidad este general golpista lo que hizo es perpetrar un crimen contra la República, provocar una guerra entre españoles y con la victoria impuso una dictadura militar y fascista, continuando con el genocidio planificado antes del 17 de julio de 1936. Fascista porque se erigió en Jefe Nacional de Falange, versión española del fascismo italiano.
Este sanguinario régimen terminó con la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975.
Pero con los escombros de la dictadura y bajo la amenaza y tutela del Ejército y de la Iglesia, los franquistas y los demócratas republicanos, venidos del exilio, de las cárceles y de la clandestinidad, escribieron la Constitución de 1978. Una Ley de Amnistía establecida con anterioridad a la nueva Constitución, propició el milagro de la reconciliación nacional. Se borró el genocidio de las conciencias de los asesinos, salieron de las cárceles los que habían resistido los crímenes de la dictadura y sus verdugos jamás entraron en ellas.
El nuevo régimen surgido en 1978 se le denominó como Transición, con el apelativo de modélica. Pero la modélica transición no trajo la paz al país y tampoco resolvió el problema de los nacionalismos. Surgiendo con virulencia el terrorismo de ETA y como respuesta el terrorismo de Estado de los GAL. Sin duda produciendo víctimas en ambos bandos y en ambos frentes.
Una vez que ETA deja de matar se abre paso la etapa más conflictiva en sus detalles conceptuales de: Abandonar las armas. Entregar las armas. Disolver la banda terrorista. Insertar a los arrepentidos. Aproximar los presos de ETA a Euskadi. Prohibir y condenar la apología del terrorismo. Y sin olvidar que España también ha sido víctima del terrorismo yihadista.
Esta introducción quizás un poco larga y detallada, sirve para establecer los grupos de víctimas de la violencia de todo signo que ha habido en España, en los últimos 80 años. Sin olvidar la violencia de género, los suicidios por desalojos y el acoso escolar. Pero lo más triste y desolador es que ninguna de las iniciativas para restablecer la dignidad de las víctimas, hayan tenido vocación de reconciliar a los españoles. De aquel enfrentamiento fratricidas que se prolonga a lo largo de la historia.
Rasgarse las vestiduras porque Arnaldo Otegui esté en las litas para ser elegido lendakari, y se inicie un proceso de esta envergadura para evitarlo, me parece un despropósito judicial y una politización de la teórica defensa de la dignidad de las víctimas de toda violencia. Aunque para los partidarios de lapidar a Otegui, las víctimas pertenecen de los suyos, de aquellos que consensuaron la Santa Transición después de la dictadura.
Por este motivo me siento un ciudadano español y respetuoso con todas las victimas de toda índole. Libre de opinar sobre la política errática del Gobierno sobre la discriminación de las victimas según sean de antes o después de la nefasta transición. Mis antepasados víctimas asesinados por los franquistas, una vez acabada la guerra, reclaman la misma dignidad que la dignidad de todas las víctimas de ETA y los GAL, y del resto más arriba mencionados.
Las leyes se han hecho para cumplirlas, reformarlas o suprimirlas, según sirvan para ayudar y reinsertar al ciudadano. Y las sentencias judiciales sirven para cumplirlas y adaptarlas mediante indultos adecuados huyendo de la venganza, el linchamiento o el favoritismo.
El Partido Popular nos tiene acostumbrados a desviar sus obligaciones y responsabilidades políticas hacia los tribunales de justicia.
Otegui tiene más legitimidad democrática para acceder a la candidatura a lendakari, que Manuel Fraga para ser Ministro de la Gobernación, habiendo sido un peso pesado de los crímenes de la dictadura.
Este Gobierno es el último Gobierno franquista. Sin Rajoy y sus secuaces y el Movimiento 15-M asentado en el Congreso de los Diputados, ya nada será igual.
¡Otegui, lendakari! Por qué no, ¿Por qué lo digan los neofranquistas?