ANA PASTOR
EL OBJETIVO
Los vicios contraídos por los medios de comunicación españoles, producto de idolatrar a la Santa Transición son: el corporativismo, la ausencia de crítica y la autocrítica. Estos vicios han traído consigo la ausencia total de pluralidad política, y por supuesto la independencia de los poderes públicos, políticos y económicos, es una falacia. En estos días se está viendo la estrategia puesta en marcha bajo el eslogan de TODOS CONTRA UNIDOS PODEMOS.
Pero el objetivo de mi columna no es analizar el contenido de las entrevistas de Ana Pastor, soy obediente con su mandato final: “Suyas son las conclusiones”. Me limitaré a hacer un análisis crítico del género que utiliza de forma muy personal. La entrevista periodística.
Una entrevista realizada entre un profesional de la información y un personaje, no importa en qué materia sea una autoridad, se trata de un dialogo en forma de tertulia distendida, donde el periodista pregunta y el entrevistado responde. De la sagacidad, habilidad, estilo, respeto, sabiduría, elegancia y profesionalidad del entrevistador, dependerá la eficacia y el rendimiento de este encuentro verbal. Las hemerotecas están llenas de auténticos ensayos literarios, sociológicos o científicos, contenidos en entrevistas grabadas en cualquier soporte. Las dudas que el invitado albergue, el profesional debe acudir presto a reformular las cuestiones planteadas por su interlocutor. No hace falta ser muy avezado en ciencias de la información y comunicación, para conocer los aspectos que son ajenos a una entrevista periodística. Y sobre todo lo que no es una entrevista periodística.
El periodista jamás debe polemizar, tampoco discrepar con el entrevistado, en ningún momento debatir sobre cualquier motivo o matiz. Una entrevista no es un mitin, tampoco un examen, de ninguna manera un juicio, que pueda descalificar al invitado, incomodando su estado de ánimo. Y mucho menos convertir la entrevista en una tertulia bronca. La insistencia varias veces en una pregunta cuando la respuesta no convence al periodista es una perversión. El periodista que hace una entrevista cumple un mandato de la gente, para que los conocimientos del entrevistado lleguen con la menor contaminación al público. Tampoco el entrevistador debe de ser un inquisidor que vele por la verdad o tenga que perseguir la mentira. Su independencia de la materia tratada debe ser total y sus valoraciones personales no tienen cabida en una entrevista. Tampoco se puede abusar de la maldita hemeroteca, porque los eventos, las acciones, los pensamientos, las ideas, las costumbres y los comportamientos, obedecen a una foto congelada en el tiempo. Cuando se quiere componer la cronología del entrevistado con intenciones descalificatorias; montando fotos fijas sobre el soporte del tiempo sacadas de la maldita hemeroteca, la resultante es que el entrevistador se encuentra que su perfidia se ha volatilizado. El ser humano evoluciona en el tiempo y su existencia no es un dogma inamovible. En una entrevista el único que gana es el público receptor del conocimiento. Si el entrevistador no está a la altura del entrevistado, el perjudicado será el contenido, deformado o mutilado por la actitud terca, parca o torpe del impostor del periodismo. En España tenemos ejemplos de grandes entrevistadores. Hermida, Gabilondo, Pepa Bueno, Jordi Évole, Fernando González Gonzo… El verdadero entrevistador es el que pasa desapercibido, en aras de hacer brillar la personalidad del entrevistado.
La opinión personal que tengo de Ana Pastor como entrevistadora, no ha sido improvisada de ayer para hoy, no, viene de los tiempos de los Desayunos de Televisión Española. Creo que en su primitiva época siempre se arrogó la portavocía de la calle y eso no es verdad. El Objetivo es un modelo importado que quizás ella no haya sabido adaptar bien a España, porque Ana Pastor se convierte en una tertuliana más, cuando debería moderar un grupo apoyándose en información permaneciendo al margen del debate. Y cuando hace una entrevista la convierte en un debate parlamentario o una comisión de investigación, provocando con facilidad la polémica y la irritación del entrevistado; constatando el espectador que ha convertido el plató en un ring donde ella desea dejar ko a su contrincante. No obstante, la crítica de un periodista a otro periodista sin salir del oficio de la información, al margen de la ideología, en España está inédita