Álvaro Urquijo: «La desinformación y la exaltación de la amistad que hubo en los años 80 se llevó a mucha gente por delante»

Imposible no conocerlos. Sus canciones retumban en casi todas la cabezas. Algunos habrán bailado Déjame una discoteca de Malasaña y otros se habrán rendido al amor con Pero a tu lado. Los nostálgicos...
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Imposible no conocerlos. Sus canciones retumban en casi todas la cabezas. Algunos habrán bailado Déjame una discoteca de Malasaña y otros se habrán rendido al amor con Pero a tu ladoLos nostálgicos escucharánOjos de perdida y sentirán el impulso irrefrenable de escribir el nombre alguien cuando suena Sobre un vidrio mojado. Los más indecisos seguro que tararean sin querer Por la calle del olvido al tiempo que dan las Gracias por elegirme.

Los Secretos. Quién si no. Su música ha marcado una etapa. Es difícil no conocer sus canciones. Quienes fueron jóvenes en los 80 tienen en las letras de la banda sus himnos personales. Y los que no, los que son jóvenes ahora y buscan refugio musical también acuden a estas canciones. En los 80, su Déjame fue un bombazo. Compuesta por Enrique Urquijo, encumbró a Los Secretos en lo más alto de La Movida Madrileña y definió su peculiar estilo: un pop rock melancólico con un poso de tristeza y derrota. «Tan libre y tan aislado, buscando nada en ningún lado», cataban en aquella época invencible. 

La historia de este grupo está marcada por la aparente ausencia de equilibrio emocional. El constante goteo de pérdidas de sus componentes definió, en parte, su carácter melancólico. Primero fue Canito, el batería de la banda que murió sin avisar. Después Pedro, otro de los miembros del grupo y por último, Enrique, el pequeño de los hermanos Urquijo. El alma desgarrada y amarga del grupo cayó en la trampa que él mismo recomendaba evitar: las drogas. «Estoy metido en un lío y no sé cómo voy a salir», decía en una de sus letras. 

Los Secretos tienen más de 20 discos publicados y centenares de canciones que son y serán leyenda. Álvaro Urquijo, el «heredero» del grupo, nos cuenta que, aunque a veces ha costado mucho, siempre han seguido adelante. Tal vez ese es su «secreto», seguir adelante por los que ya no están.

 
 

¿Qué le deben Los Secretos a los años 80?

El origen de nuestra banda, lo que somos a día de hoy.  Sin dudarlo. Todos nosotros, por coincidencia y por edad, nos aficionamos a la música en aquella década. Además, a finales de los setenta se produjo un movimiento revolucionario que se llamó la New Wave y que a nosotros nos espoleó. El despegue del grupo, las primeras composiciones y los trabajos profesionales empezaron en los ochenta. Pero, para ser sincero, te diré que cuando más éxito hicimos y mérito recogimos fue en los años 90. 

Para tí, Álvaro, ¿aquellos días de La Movida tienen ahora un poso de melancolía o ya los has idealizado?

Ni una cosa ni la otra. Pero la verdad es que si soy realista, reconozco que recordarme con 18 años, con una guitarra colgada de los hombros y el mundo por delante, no me deja indiferente. Me lo pasé genial. No voy a negarlo. Fueron años muy divertidos. Salíamos de un mundo demasiado tedioso, muy aburrido, con muchas privaciones y donde el derecho a reunirse casi estaba pensado. Y nos metimos en una época de libertad sin límites, que a lo mejor no era tanta como pensábamos, pero para los que la disfrutamos era plena.

Y Madrid tampoco dejaba indiferente a nadie.

Madrid, por el centralismo que reinaba en aquella época, era muy divertido. Todas las compañías, las radios, los bares, la diversión… Todo estaba aquí. Por eso nos lo pasábamos tan bien. Y por eso no tengo recuerdos melancólicos más que cuando pienso en la gente que ya no está con nosotros. Me gusta pensar lo bonito que sería que estuviésemos todos juntos. Y también pienso con mucha rabia lo duras que fueron las drogas con mucha gente en aquella época. La desinformación y la exaltación de la amistad que hubo en aquellos años se llevó por delante a muchos. 

Hablando de los que no están, decía tu hermano Enrique que era incapaz de componer una canción alegre porque las músicas profundas tienden siempre hacia la tristeza, ¿seguís pensado lo mismo?

Hay un lenguaje internacional que no está escrito por nadie más que por la música. El soul, el blues, el country, los boleros tienen melodías muy tiernas y, si las comparas, hablan de cosas no muy distintas. Tienen una carga emotiva tremenda. Y es ese lenguaje el que nos ha influenciado a muchos músicos y el que nos ha empujado a emular ese tipo de composiciones. Hay canciones para todo, claro. Pero tal vez nuestro registro se mueve más esas influencias un poco más «tristes».  

¿Con qué canción superó la banda la muerte de Enrique Urquijo?

Con ninguna. Yo no he conseguido superar nada. La muerte de mi hermano fue un golpe muy duro. Tanto, que no queríamos seguir tocando. Nos parecía que ese varapalo iba a ser suficiente. No queríamos vivir más pérdidas. Sin embargo, seguimos adelante con este trabajo que nos apasiona. Y también, aunque muy poca gente lo sabe, en su día quisimos continuar por una cuestión económica. Después de la muerte de mi hermano sacamos un disco homenaje para ayudar a mi sobrina. La hija de Enrique acababa de cumplir cuatro años y medio y no tenía culpa de nada.

Pero salisteis fortalecidos. De lo que duele siempre se aprende. 

Sí. Sin saber qué iba a pasar después, le hicimos un concierto de despedida a mi hermano. Nos acompañaron Carlos Tarque, Revólver, Mikel Erentxun…Tocamos con 17 artistas. Fue algo maravilloso. Y esa noche, durante el concierto pensamos «qué pena que estas canciones ya no se vayan a tocar nunca más». Además, ese disco fue difícil de promocionar. No queríamos hacer campaña de una tragedia y decidimos no publicitarlo. Por eso hicimos una gira explicatoria del grupo en la que la sensación de despedida era tremenda. Pero lo que ocurrió al terminar con los conciertos programados fue mágico. Todos nos pedían que siguiésemos. Sin Enrique el grupo estaba cojo y tuerto, pero con aquel homenaje encontramos la fuerza para reincorporarnos a la música. 

De todas las que habéis compuesto, ¿con qué canción te quedas?

Aunque no te lo creas, me cuesta elegir. En la historia de Los Secretos hay dos fenómenos muy claros. El primero de ellos fue Déjame. Grabamos ese tema en el año 1978, éramos prácticamente unos adolescentes. Y ese disco no sólo nos proporcionó un contrato discográfico, sino que nos dio a conocer y con él pasamos a la lista de éxitos. El segundo ocurrió en el año 1995 cuando viajamos a Londres para grabar el disco Dos caras distintas. Al principio fue un fracaso, se vendió muy poco. Y mi hermano, que era muy orgulloso decía: «si no se ha vendido será por algo, así que no vamos a tocarlo». Y decidimos aparcar esos títulos. Pero a veces la vida tiene cosas inexplicables y años después, entre el 2005 y 2007, la gente comenzó a escuchar temas de ese disco como Pero a tu lado. Algunas melodías se utilizaron para películas y, poco a poco, empezaron a sonar en la televisión. Hoy, por ejemplo, Pero a tu lado es nuestra canción más escuchada. 

¿Si tuvieras que quedarte con algún recuerdo de toda vuestra trayectoria, cuál es el que más te conmueve?

Hay dos momentos muy importantes en la vida de Los Secretos. Van unidos a momentos de muy baja expectativa laboral. Como bien sabrás, la tragedia siempre nos ha acompañado. Primero murió nuestro batería Canito y cuatro años más tarde Pedro, el otro batería. Eso nos sumió en una depresión tremenda y nos dejó con un pie fuera de los escenarios. Pero a veces, hay que hacerse el fuerte ante las adversidades. Y eso hicimos. Poco a poco fuimos componiendo. Primero nos llamaron para tocar en el Rocódromo y luego nos ofrecieron ser teloneros de la Orquesta Mondragón. Era como volver a empezar. 

Y salió bien…

Y tanto. En ese concierto de la Orquesta Mondragón el público comenzó a pedirnos a gritos más canciones. Y estuvimos haciendo bis durante 45 minutos. Nos pedían temas como Déjame y Ojos de perdida. Ese fue el momento más importante. Había pasado el tiempo, pero todavía se acordaban de nosotros. Y algo parecido pasó en el año 2008, cuando celebramos en La Ventas nuestros 30 años musicales. Sentir a más de 20.000 personas corear las canciones, no se olvida. 

Ahora que hablas de Canito, dicen que aquel homenaje que se le hizo en la Escuela de Caminos de Madrid fue el inicio de La Movida. ¿Fue así o es un mito?

Es tal y como lo cuentas. Sucedió así. Por aquel entonces éramos varios los grupos que revoloteábamos por los locales de ensayos y salas del Barrio de Malasaña. Y en la unión del dolor por la muerte de Canito, pensamos en montar un concierto homenaje entre amigos. Muchos medios y periodistas se acercaron por allí y dieron visibilidad a lo que se estaba fraguando. Seis meses después de ese concierto, todos los que tocamos aquella noche, teníamos ya un contrato o un disco a punto de salir. Con lo cual, aquel concierto en la Escuela de Caminos, algo sí que significó. 

¿Llegasteis a imaginar la dimensión que luego tuvo La Movida?

¡Ahí quería llegar! La dimensión, lo fuerte, La Movida -lo que la gente tiene estética y musicalmente idealizado- llegó tres años después. En el 1983 ya era todo un negocio. Al principio sólo existíamos nosotros, Nacha Popo, Alaska… pero no había una tendencia musical definida. Sólo existían las aspiraciones de varios grupos que acabábamos de salir del cascarón y estábamos dando tumbos. Además, nos ayudábamos unos a otros. Compartíamos locales de ensayo, equipos. Al principio todo era una cuestión infantil envuelta en un clima de amiguismo, pero pronto llegó el negocio multitudinario. Por eso creo que son cosas distintas. El comienzo, el embrión, lo más puro.  Y La Movida estética que duró desde el 1983 hasta el 1990.

¿Crees que los 80 están sobrevalorados?

No lo creo. Si lo analizamos fríamente y desde un punto de vista artístico -no comercial ni cultural- las obras que se hicieron en ese momento supusieron un antes y un después. Si a día de hoy tuviésemos que recopilar 20 canciones que vayan a escucharse en el 2040, no podríamos. Si lo consigues eres una genio. Yo no me sé ni dos. ¿Por qué? Porque las canciones que se hacen ahora son para un consumo muy inmediato. Son canciones muy ligadas a un estilo. Siempre van con una bandera al lado. Si le quitas la bandera las canciones pierden todo su sentido.

La realidad es que hemos salido perdiendo.

Tristemente, sí. Ya no se hacen temas trascendentales. Yo ya no escucho en las canciones de ahora el arrebato que tenían las de mi hermano o Antonio Vega. Y esa es una muy mala noticia para el futuro de la música en España. Si todas las canciones son flor de un día, me preocupa cuál es el «parque móvil» cultural en España. No hay más que fijarse cómo están las membranas de la industria cultural. En los años 90 no había más que una exportación constante de nuestra música a Latinoamérica y EEUU. Y ahora es al revés. Ahora estamos llenos de música latina. Nos ha invadido con nombre de bachata, reguetón y eso demuestra que no estamos haciendo la presión necesaria para conseguir una identidad musical que en los 80 sí había. 

Darwin dijo que sobrevive el que mejor se adapta al cambio. En los últimos 20 años la música ha cambiado mucho. ¿Cuál es vuestro «secreto» para seguir existiendo?

Yo creo que son las canciones. Lo que he aprendido en los últimos 35 años de mi vida es que el público es el que manda y decide donde estás, si puedes seguir trabajando o no. El que te empuja o te frena. Por eso hay que darles buenas obras. 

Entonces, ¿el principal mal de la industria cultural es la temporalidad de las canciones?

Más que la temporalidad, la exacerbada comercialización con un fin únicamente lucrativo. De la música puedes hacer negocio, pero si decides dedicarte a ella es, en primer término, por amor al arte. Para hacer cosas bonitas. Ahora, hay quien piensa que todo se resumen en ser famoso. Porque parece que famoso es igual a ser millonario, a ser triunfador. Famoso es todo para ellos. Pero yo creo que la clave es aspirar a ser un desconocido y poder hacer canciones preciosas. Hacer historia en la música. Y eso es algo más que tener una cara visible. ¿Cómo puede convertirse un albañil en millonario millonario pasando por un programa de televisión? Ahí se rompió la baraja. Ahí se implantó una idea errónea: si sales siete veces en un programa de televisión pagado por todos los impuestos de los españoles, vas a tener muchas más oportunidades que cualquier otro músico que lleve 10 años trabajando en un local de ensayo. La música se abarató, ahora se puede ser músico sin ser artista. Pero ¿qué puede hacer alguien que gana un talent show, si luego no tiene talent para su show? 

¿Cuál es la canción que os queda por hacer?

Una canción que nos abra las puertas que en su momento no supimos empujar. Como la del mercado latino. Ahora estamos preparando temas para un nuevo disco. Pero es como siempre, su validez dependerá de a quién le llegue. Y el impulso que, sobre todo los medios de comunicación, le den. Porque siempre se tiende a seguir escuchando temas viejos y los nuevos discos apenas los conoce la gente. Cuando vamos a las televisiones tocamos algún tema nuevo, pero siempre acaban pidiendo un Déjame.

Aunque espero que sea dentro de mucho tiempo, ¿cómo te gustaría que terminasen Los Secretos?

Me encantaría terminar cuando mis dotes y mi capacidad de entretener y tener calidad se viesen mermados. Esa es la primera ley. No puedo pensar en un concierto en el que de pena verme. Si, llegado el momento, estuviese en plenas facultades como Van Morrison o Leonard Cohen, no pasa nada, la edad no tiene ningún significado. Pero si el cuerpo no aguanta desearía retirarme con dignidad. 

¿Qué les dirías a los jóvenes que, sin vivir aquello de La Movida, se siguen refugiando en vuestras letras?

En ellos está el poder. El futuro eres tú, la gente joven. Nosotros ya hicimos nuestra parte y me gustaría que todo el mundo se quedase con lo bueno. Que, por favor, os olvidéis de las drogas, que nunca les deis la oportunidad. Y que la música es pura vida y talento. Y para encontrarla hay que buscar bien dentro de uno mismo. Tenéis todo lo que se tiene que tener de vuestra parte: tiempo y una sociedad que parece ser más justa que hace 40 años. Apuesta por ti y por la sensibilidad. 

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