Espacio cedido a:
De María Pilar Pérez García
Gracias María Socorro Aragón
«A Franco no le gustaban los partidos políticos, de hecho, los prohibió.
Y los argumentos nos sonarían hoy muy familiares: son un nido de corrupción, no eligen a los mejores líderes sino a los que medran, se la pasan en peleas internas, etc.
Franco siempre tenía razón, entre otras cosas porque era el encargado de repartirla.
Tampoco le gustaban los sindicatos, excepto el suyo, el vertical. Encargado de que no aparecieran otros sindicatos, y de organizar los bailes regionales el día Primero de Mayo cuando siempre ganaba el concurso la jota aragonesa. En eso también tenía razón, es la más vistosa y seguro que la preferida por Doña Carmen. Y con castañuelas, ¡donde va parar!
También decía aquello de “haga como yo, no se meta en política”. Y no se metía, no lo necesitaba. La Iglesia de entonces también era apolítica, excepto algún obispo revoltoso de Bilbao, Tarancón, y los del Pozo del Tío Raimundo que cantaban en misa el himno a la libertad de Labordeta. Como los de la Conferencia Episcopal no iban a misa al Pozo no se enteraban que, si no, hubieran acabado todos en la Gomera haciendo misa a los patos.
Ahora, como ya no se estilan el rifle ni el paredón porque no hace bonito, no se prohíben partidos y sindicatos, pero están haciendo lo posible porque no los necesitemos, pasemos de ellos, no nos metamos en política y nos quedemos como quieren: solos, vulnerables e indefensos.
Son todos iguales, van a lo suyo, montan una bronca insoportable, ya no les aguantamos… pasemos de ellos.
Y los sindicatos… ¿quién se fía de ellos a estas alturas?
Las asociaciones de vecinos tiempo ha pasaron a mejor vida.
Los colegios profesionales sirven para lo que sirven: defensa de intereses corporativos.
Nadie vale para nada, luego pasemos de ellos… ¡trampa, trampa y trampa!
Los partidos políticos son los únicos que nosotros votamos, lo único que podemos cambiar con una papeleta en nuestra mano.
Los sindicatos, manifiestamente mejorables, son los únicos que tienen la obligación de defender la elevación del salario mínimo.
Los colegios profesionales deben de realizar la función de defender a la sociedad de las malas prácticas.
Las asociaciones de vecinos son las que saben si nos están quitando un parque para hacer una recalificación de suelo y ponernos una mole enfrente del balcón.
¡Ya nos hubiera gustado que en esta pandemia se hubiera escuchado más a los Colegios de Médicos y de Enfermería! a la hora de pedir Epis y de denunciar el vergonzoso trajín del “aquí no me lo mandes” en los hospitales de Madrid.
¡Ojalá hubiéramos contado con una participación más activa de las asociaciones de vecinos a la hora de evitar situaciones de riesgo, de concienciar sobre el rastreo y de denunciar el colapso de la atención primaria!
Hemos visto renacer los sindicatos porque a las organizaciones empresariales no hay que convocarlas, ellas no se desencantan
Estamos luchando esta pandemia sin organizaciones juveniles ni de jubilados, sin apenas sindicatos de profesores y de personal sanitario, sin organizaciones de defensa de otros profesionales de servicios esenciales: limpieza, alimentación, etc. con la Organización Médica Colegial a por uvas y la Asociación de Defensa de la Sanidad Pública en el limbo de los justos, o será que se les oye poco.
Estamos indefensos porque nos han engañado para que desmantelemos nuestros canales de representación, a través de la desconfianza. Tenemos unos medios de comunicación pobres e hipercríticos con quien no los engrasa, eso sí, pidiendo todo el tiempo autocrítico a todos los demás y olvidándose de la propia, magnificando los defectos para producir desafección. Parece que les pagan más por disminuir la audiencia. Dale al machaque de la descalificación de la política.
A mí me gusta coser. Cuando tengo unas tijeras mal afiladas, las afilo o me compro otras, pero no tiro el costurero por la ventana y renuncio a lo que estaba haciendo.
La solución no está en el desafecto, sino en recordarles su obligación: representarnos y defendernos a nosotros, el pueblo llano.
Y siempre, cuando no nos guste ninguno, podremos votar al que nos parezca menos malo, para que al menos, tengan la motivación de no salirse del recinto.
No sé quién está detrás, lo que sí veo es que, como Franco, no quieren que nos metamos en política.
Los demás”.