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OSCURIDAD DELIBERADA EN UNA ÉPOCA OSCURANTISTA
Durante mis estudios de Teología en el seminario presbiteriano, estudie a fondo la teología calvinista y en especial el estudio de La Institución de la religión cristiana. En su primer volumen, capítulo primero, que trata sobre el conocimiento de Dios, dice lo siguiente:
«Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba a tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe de tener de sí mismo.»
El conocimiento que podemos llegar a tener de uno mismo, viene precedido por la información y conocimiento que esta misma genera en nuestra conciencia como paso previo para dar una opinión concreta. Esta opinión debe ser objetiva, seria y con rigor, fuera de todo subjetivismo, juicio predeterminado por los prejuicios y sesgos de todo tipo y condición. Pero todos sabemos que no es así. Los medios juegan su papel en una sociedad manipulada por la sobreinformación y desinformación. La información objetiva, clara y concisa queda relegada para una minoría, y aun en esta selecta minoría podríamos destacar a aquellos que la usan para beneficio propio. Por lo tanto, el maquiavelismo planea constantemente sobre nuestras cabezas, buscando presas por doquier, no dejando a nadie indemne.
La guerra de Ucrania nos vuelve a poner sobre la palestra, la obligación de reflexionar sobre los efectos de la desinformación en nuestras circunstancias y en lo que nos cambia como persona. Ya que todos nuestros conceptos pueden verse tambaleados, al igual que nuestra perspectiva de ver la realidad, cambiando nuestros valores éticos.
La paradoja es que a más información más incredulidad, y a mayor incredulidad más exposición a los titulares malintencionados. Ante un diagnóstico tan fatalista como este, tenemos una opción, educarnos como buenos ciudadanos en el buen uso inteligente de la información. Manera de llegar al quid de la cuestión, la obtención de un pensamiento crítico.
Por eso es esencial ensalzar el valor de las humanidades en la formación no solo en la vida colegial, sino durante toda la vida en general, aparte de fomentar la lectura como habito, para poder llegar a entender nuestro entorno.
Hemos pasado de la era de la información a la del conocimiento y desinformación. Hemos dejado atrás la guerra de la manipulación ideológica por ganar la manipulación sentimental. Ello nos está abocando al caos general de las futuras generaciones y a la pérdida de memoria colectiva y al desconocimiento, sobre todo, de nosotros mismos.
El coronel Baños dice lo siguiente en su último libro, El Poder:
«Está demostrado que el relativismo moral y la falta de memoria colectiva, o la capa-
cidad de ocultarla, hacen que el pueblo solo se fije en los resultados y no en cómo se
han conseguido.»
Vivimos sometidos a una falta de valores absolutos, en una sociedad globalista que intenta plasmar el todo vale, creando una sociedad amoral desde la educación, a través de unos medios globalistas de índole dictatorial. Medios alzados e hipnotizados por la deconstrucción social, la nueva ingeniería de George Soros y la de sus seguidores convertida en su distopía futurista particular.
Por lo tanto, como bien dice la analista Nuria Vilanova: «no podemos evitar los intentos de manipulación que nos intentan deconstruir como persona, pero, si tratar de descifrar esas dinámicas; las narrativas desde las cuales se construyen, y los sentimientos que generan en quien los asume.»
En definitiva, que controlar el relato porque quienes ostentan el poder siempre ha sido un arma esencial para manipular y desnudar a la sociedad. Pero conocerse a uno mismo sigue siendo el arma más poderosa para desarmar al relato nihilista y opresor.
Arthur Charlan / 17-03-2022
