EL NARCISISMO
Ir en busca del Narciso que todos llevamos dentro es hallar, en mayor o menos medida, el grado de auto-afirmación y auto-estima que consolide nuestra seguridad y nuestra madurez. Aseverar nuestra afirmación hace crecer nuestra auto-valoración. En la medida que cada cual esté enamorado de sí mismo, va a permitir que los demás le acepten y le amen. Y si por el contrario nos rechazamos y mantenemos un grado de auto-estima bajo, estas emociones serán percibidas por los demás y causaremos rechazo en vez de atracción sensual. Los sentidos son los emisores y receptores de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones que agitan nuestra sensibilidad en positivo o negativo. Cuando nos aficionamos al autorretrato evidencia que nuestro deseo de auto-afirmación, es patente que nos esforzamos, a veces en situaciones acrobáticas, en sacar las mejores tomas. En una puesta en escena en búsqueda del Narciso que nos pertenece. Si en otras ocasiones cedemos nuestra mirada y nuestras manos a un fotógrafo de nuestra confianza, recorremos quizás inconscientemente, el camino que va desde el autorretrato al retrato. Esto nos hace descubrir a nuestro Narciso que sin duda no solamente nos acompaña en este afán, sino que somos una misma esencia con él. Imbuirse de Narciso se le viene denominado narcisismo, pero no seré yo quien lo califique de ni de bueno ni de malo y mucho menos de patológico. Es consustancial a la naturaleza humana.
NARCISO
Narciso era hijo del dios Boecio del río Cefiso y de Liriope, una ninfa acuática. El famoso vidente Tiresias ya había hecho la predicción de que viviría muchos años, siempre y cuando no se viese a sí mismo. A los 16 años Narciso era un joven apuesto, que despertaba la admiración de hombres y mujeres. Su arrogancia era tal que quizás a causa de ello, ignoraba los encantos de los demás. Fue entonces cuando la ninfa Eco, que imitaba lo que los demás hacían, se enamoró de él. Con su extraña característica, Eco tendía a permanecer hablando cada vez que Zeus hacía el amor con alguna ninfa. Narciso rechazó a la pobre Eco, tras lo cual la joven languideció.
Su cuerpo se marchitó y sus huesos se convirtieron en piedra. Sólo su voz permaneció intacta. Pero no fue la única a la que rechazó y una de las despechadas quiso que el joven supiese lo que era el sufrimiento ante el amor no correspondido. El deseo se cumplió cuando un día de verano Narciso descansaba tras la caza junto a un lago de superficie cristalina que proyectaba su propia imagen, con la que quedó fascinado. Narciso se acercó al agua y se enamoró de lo que veía, hasta tal punto que dejó de comer y dormir por el sufrimiento de no poder conseguir a su nuevo amor, pues cuando se acercaba, la imagen desaparecía.
Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció, hasta tal punto que la propia Eco se entristeció al imitar sus lamentos. El joven murió con el corazón roto e incluso en el reino de los muertos siguió hechizado por su propia imagen, a la que admiraba en las negras aguas de la laguna Estigia. Dicen que aún en el Estigio (el mar de la tierra de los muertos), Narciso continúa admirándose. En el lugar en que Narciso murió, nació la flor homónima.