Por lo visto otra vez vienen los comunistas

Sin duda, los comunistas deben de venir de un lugar mucho más lejano que los Reyes Magos. De hecho, con el horizonte de las elecciones de junio se vuelve...
pablo alberto

Sin duda, los comunistas deben de venir de un lugar mucho más lejano que los Reyes Magos. De hecho, con el horizonte de las elecciones de junio se vuelve a oír que vienen y juro que en las de 1979, las primeras generales de la democracia, ya se decía. A juzgar por los casi cuarenta años que han pasado, y por muy despacio que caminen, habrá que convenir que viven donde Cristo perdió el mechero que se decía en mi juventud pese a no constar en la Biblia que fuera fumador. Lo curioso es que uno de los apóstoles de la nueva política, Albert Rivera, sea hoy el encargado de proclamar una voz de alarma más antigua que las fundas de ganchillo del papel higiénico. No es que tenga yo devoción por Iglesias ni por quien, a mi humilde parecer, ha vendido una formación histórica por un mísero puñado de escaños, pero tampoco me los imagino frotándose las manos mientras montan el cadalso en la Plaza Mayor. Digo yo que para eso soy el que escribo con más voluntad que acierto, sin duda. También es cierto que si don Pablo se cree eso que dice de ganar en las urnas al PP, por mucho doctor en Políticas que sea ya digo yo que en muchas asignaturas se copió. Vamos, que ni jarto griffa que también se estilaba en mi aristocrático barrio. De hecho, la jugada de ofrecer de inmediato al PSOE candidaturas conjuntas al Senado no se antoja que tuviera otro sentido que atar en corto a los de Pedro Sánchez y obligarles a que se retrataran antes de que empezara la competición. Lo cierto es que Sánchez ha despachado el ofrecimiento como quien rechaza un cigarrito. Un ‘no, gracias’ al que le ha faltado un ‘lo he dejado’. Ya es también curioso, por no buscar otro vocablo más contundente, que para el replay electoral ofertes una alianza de tanto porte a aquellos que tienen las manos manchadas de cal por los asesinatos, están mareados de tanto entrar y salir por las puertas giratorias y son casta de la peor especie. Pero oye, que no seré yo quien critique lo que parece una incoherencia cuando más de una vez me he zampados unos callos con garbanzos y luego he pedido sacarina para el café. Cada uno tenemos lo nuestro.

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Periodista viejuno de los que pasaba crónicas desde una cabina

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