5 mayo, 2016
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Tengo de limo el alma.
No fue naufragio ni esperanza.
Antes de la agonía,
tuve manos. El júbilo
se paseaba siempre,
un otoño tras otro,
por la luz de mi herencia.
Y, como el mar, había
a pesar de las luces
una llanura inerme.
Me bautizaron triste,
tuve miedo. Sentía
batir al ciervo virgen
sobre mi sembradura.
Y, sin saber si era
triste desde el comienzo,
he admitido en el alma
el limo de los mares.