Rajoy y la molicie, valga la redundancia

Al presidente en funciones, como a César, hay que darle lo que le corresponde. Si cierto es que durante buena parte de la Legislatura, mutado en Plasmamen, arengaba al pueblo a través de la TV, ahora que, vistas las orejas al lobo, asoma algo la patita por los medios de comunicación hay que reconocerle sinceridad y honradez.

Más que nunca ayer en la cadena SER cuando, preso de esa molicie que, como el valor en la mili, se le presuponía vino a decir que eso de los debates electorales son un soberano coñazo. «Mire ussstéee, para eso hace falta mucho esfuerzo», confesó sin que mediara tortura alguna como sería, en su caso, dejarle sin ver el partido del Madrid en la Champions.

Fue en ese terreno en el que se vino arriba. A través de la ondas transpiraba esa enorme emoción que le procura siempre hablar de fútbol. No sólo dejó a Rappel a la altura del betún previendo una final española, madrileña, valga la chulería, sino que desatado también hizo un repaso de la Europa League que se celebra hoy y también soñó con otro choque entre equipos patrios.

Sería un hecho «verdaderamente notable», dijo (por cierto, idéntica expresión que utilizó en aquella ya mítica aparición en la tele cuando no entendía ni su propia letra). No hace falta ser muy sagaz para ver que a Rajoy le ve uno más como tertuliano del Chiringuito de Jugones que de estadista.

No es ningún desdoro; simplemente deducción empírica. Los debates electorales ni siquiera deberían imponerse por ley porque forman parte tan principal del escenario democrático que ni falta debería hacer recurrir al BOE.

Cuando ves en EEUU encendidos diálogos hasta entre los candidatos de los mismos partidos y ves luego cómo quien aspira a volver a gobernar el país silba cada vez que le insinúan eso de subir al atril, pues como que te sientes que la calidad del sistema es de ‘low cost’ para abajo. Eso de ‘ve tú Soraya, ve tú, que a mi me entra la risa’ ya no debería colar.

Ni en estas ni en las próximas sean estas dentro de cuatro años o dentro de cuatro meses que, con las predisposiciones que se barruntan, cualquiera sabe.