25 abril, 2016
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Días atrás leía una noticia en el diario Público, que me dejó perplejo al leer el titular, el cuál decía lo siguiente: «En un colegio público de Zaragoza, imparten clases de Tauromaquia».
Este titular, de por sí, ya te invita a leerlo. Comencé pues, a ello, con mucha cautela, dado que venía de un diario con ciertas duda a la hora de utilizar qué información.
Seguí leyendo hasta que vi un dato: las clases de tauromaquia, se estaban impartiendo como parte de la modalidad de educación física y lo más relevante de todo; a petición de los niños.
Yo que estaba centrado en el texto con una amplia sonrisa, me podía imaginar lo que me iba a encontrar en la parte de los comentarios.
Así fue. Un sinfín de estupideces ignorantes que no tienen otro calificativo porque superando esos dos, ya se le puede tener consideración a lo dicho por alguien.
Hasta que leí uno, de una madre de un chico de ese grupo, el cuál había aprobado por unanimidad el desarrollo y la impartición de estás clases.
Votante de Podemos y empática con una decisión que tomaron todo el alumnado y que ella la aprueba, en su opinión. No le gustan los toros pero no ve nada malo en correr delante de un carretón o ejercitarse con capotes y muletas. Defendiendo al profesor ante tanta injuria, dado que no fue su decisión, como digo, en todo momento fue una petición de un alumno considerada y votada por todos.
Esta madre, llamaba a la reflexión a todas esas personas que agredían con sus comentarios esta práctica y en especial, la decisión de un colegio público que lo único que había hecho es respetar un consenso, sacando temas que ocurriéndole a su propio hijo siente vergüenza por ello, como tener las bandejas del comedor escolar llenas de mierda, antes de servir la comida. No puede creerse que haya gente tan ajena a todas estas circunstancias, que no sean capaces de ponerse en la piel del otro por un rato.
Es consternante, pero es así. La sociedad no evoluciona, hace creer que progresa pero hacia el propio progreso individual. Pocas cosas a nivel colectivo y que se den cita más de uno y dos días, incluso 24.000 durante 30, van más allá que esto.
No sólo a nivel educativo, sino cultural, sanitario, benéfico-social y un mar eterno de puertas unidas a los caminos de la tauromaquia.
Invito desde aquí al respeto, a la verdadera educación y democratización en las aulas, a la comunicación de la fiesta y al saber transmitir todo ello desde el lado más humano que nace del querer, amar y respetar al toro, el cuál es el dueño y señor de todo esto.
Porque parece ser que todo sigue igual. Manifestarse por algo es sinónimo de obtención de una placa en la puerta del Sol de Madrid y para otros, llenar Valencia con 45.000 personas el 13M es equitativo a seguir siendo una lacra para algunos, que ni verdaderamente sienten ni padecen por el toro, ni su vanidad aguda les permite ir más allá y conocerlo realmente para criticarlo a posteriori.
@dariojc21