A Casanova siempre se le ha sido visto como un amante sin principios, que solo buscaba atesorar experiencias sexuales, pero la vida de Casanova dio para mucho más: fue escritor, diplomático y agente secreto.
Su autobiografía, aparte de su valor literario, es uno de los documentos más importantes para conocer la vida cotidiana del siglo XVIII.
El amante incansable
El nombre del famoso veneciano, Giacomo Casanova (1725-1798), se ha llegado a adjetivar como prototipo de amante y aventurero. Un sinónimo de la figura del Don Juan español.
De hecho, él mismo lo confesó en uno de sus escritos: “Como me sentía nacido para el sexo diferente del mío, lo he amado siempre, y me he hecho amar todo lo que he podido”
A Casanova se le conoce sobre por sus conquistas amorosas, que según su obra autobiográfica, Historie de ma vie, fueron 132. En estas supuestas memorias, escritas en francés, el autor describe con precisión, franqueza y hasta elegancia, sus aventuras, sus viajes y sus innumerables encuentros galantes con diversas mujeres.
Sin embargo, últimamente también se le reivindica como un hombre no tan frívolo que, a su manera, amaba a todas sus relaciones, aunque fuera de manera efímera, pero que en cualquier caso, su trato hacia las mujeres fue siempre exquisito, convirtiendo a muchas de sus conquistas en sus mejores amigas y confidentes.
De entre sus 132 conquistas, o quizás alguna más, se dice que hubo tres que destacaron por encima de todas, según cabe deducir de su correspondencia y otros documentos personales hallados a su muerte en el Castillo de Dux (actual República Checa), lugar donde pasó sus últimos años.
Cada una de estas tres representaría una etapa de su vida. La primera Manon Balleti, fue la única de todas a la que propuso matrimonio, al parecer, su amor más sincero. La segunda mujer que marcó su vida: la misteriosa Henriette, una noble que pudo haberle cambiado la vida. Y finalmente su último amor: la joven Cécile de Roggendorf.
El hombre cultivado y aventurero
A este hijo de comediantes, y con cuatro hermanos más, su madre, que enviudó cuando él tenía ocho años, le destinó hacia la carrera eclesiástica, donde pronto destacó por su habilidad intelectual. En este periodo, antes de que Giacomo Casanova sedujera a damas, monjas, cantantes y bailarinas fue seminarista, secretario del cardenal Acquaviva en Roma, fraile, violinista y protegido de un senador de Venecia, aunque en ningún momento renunció a sus escarceos amorosos.
Por su afición al juego (en Francia creó la lotería pública que funcionó de 1762 a 1836), a los trucos de magia y a algún que otro poema supuestamente ofensivo fue condenado varias veces a prisión, como en Venecia (de la cual se evadió mediante una audaz fuga) y en Barcelona, u obligado a abandonar ciudades como París (tras perder una de sus muchas causas judiciales) o nuevamente Venecia.
Sobre su vida también se sabe, a través de informes de policía firmados por él, que fue agente secreto al servicio de los inquisidores del Estado veneciano.
También fue un viajero y aventurero infatigable que visitó numerosos países de Europa. Durante estos viajes se codeó con personajes como Luis XV, Madame de Pompadour y su corte, Voltaire, el papa Clemente XIII, Federico II de Prusia (ofreciéndole este el mando de los cadetes de su ejército), Catalina la Grande, o con Wolfgang Amadeus Mozart (se dice que su ópera Don Giovanni está inspirada un poco en los romances e historias que contó al compositor cuando se encontraron en Viena).
En uno de sus viajes en 1785 conoció y se hizo amigo del conde de Waldstein, que era un aficionado a la masonería, igual que él, y que le ofrece hacerse cargo de la biblioteca de Dux en Bohemia donde comenzó a escribir sus memorias que no llegó a terminar ya que murió en 1789 con 73 años. Le quedaron 27 años por contar de sus aventuras.
Casanova tuvo una hija llamada Leonilda.
Su producción literaria
Pero no solo amó y fue amado, también cultivó su mente. Se formó en todas las artes, aunque nunca fue considerado por los intelectuales como un hombre de letras.
Sin embargo, y gracias a la autobiografía de Casanova, se han podido comprender mejor las costumbres y entresijos de su época, el siglo XVIII, «desde dentro». Una época, la del Antiguo Régimen, que llegaba a su fin pero cuyos protagonistas, aristócratas en su mayor parte, se niegan a abandonar.
Entre cortes y salones, Casanova da cuenta de un momento crucial de la historia de Occidente y de los personajes más destacados de su tiempo.
El resto de su obra, a pesar de sus esfuerzos personales por acreditarse como literato, historiador, filósofo e inclusive matemático, no obtuvo en vida, y tampoco tras su muerte, gran notoriedad ni éxito. Sus escritos fueron creados, casi exclusivamente, para obtener algún beneficio de su mecenas de turno.
Sus biógrafos y estudiosos coinciden en que la fascinación de Casanova estaba toda ella en sus relatos autobiográficos, fueran verbales o escritos. O sea, esas narraciones vivas de salón, de sus aventuras, que terminaban en la posterior estampa impresa. Algunos, incluso, ha llegado a decir que Casanova era brillante y encantador cuando narraba aventuras de su vida, pero terriblemente aburrido, negativamente prolijo y meticuloso cuando hablaba o escribía incursionando en otras materias.
El manuscrito fue adquirido por Heinrich Brockhaus en 1821 y dada a la luz entre 1826 y 1838, en versión notablemente retocada (había muchas cosas inconvenientes para la época y con personajes aún vivos). El autor de este “retoque” fue Jean Laforgue, que no se limitó meramente a purgar de inconveniencias los contenidos, suprimiendo todos los pasajes «audaces», sino a variar la ideología del autor ya que lo distorsiona de tal forma que por muy rebelde y transgresor que fuera nunca fue un adversario de las oligarquías, sino todo lo contrario, como lo demuestran con total claridad todo su epistolario, algunas obras específicas y la misma obra fundamental, la Histoire.
En 1960, se publicó la edición completa y original que se tradujo al inglés, alemán, italiano y polaco, y en 2009 al español.
En 2010 la Biblioteca Nacional de Francia adquiere por siete millones de euros el manuscrito original
Incluyendo sus memorias, Historia de mi vida, sin duda la más célebre de sus creaciones, Casanova escribió cuarenta y tres obras entre novelas, libelos, poesías, epistolarios. Algunas alcanzaron más de quince ediciones, otras han sido olvidadas.
El Epistolario comprende centenares de cartas dirigidas a gobernantes, cardenales, abates, profesores, militares, actrices o amigas y los temas son variados, amor, economía, política, diplomacia, literatura; la primera data de 1765 y la última es de tres días antes de su muerte.
Las ochocientas páginas de La Refutación a la «Historia del gobierno veneciano» de Amelot de Houssaie (1769), fueron redactadas para obtener el apoyo del gobierno veneciano. En La Historia de las turbulencias de Polonia (1772), hace sus pinitos como historiador. La Epístola de un licántropo (1773), dicen que es uno de sus mejores trabajos, y muestra a un Casanova que se burla de aquellos que menoscaban la condición de la mujer y que subordinan la voluntad femenina a mecanismos fisiológicos, y lo hace con mucho ingenio. En El Soliloquio de un pensador (1786), lanza un violento ataque contra la magia, los magos en general y contra Cagliostro, en particular.
El Ikosameron (1787), es una novela del género fantástico y larguísima en la que hay de todo: historia, geografía, química, matemática, teología, y recuerda a Los viajes de Gulliver de Swift. En Reflexiones sobre la Revolución francesa (1793–1794), describe los acontecimientos de 1789 y de los años posteriores, desde la toma de la Bastilla hasta la caída de la monarquía. Es una obra, sin duda, antirrevolucionaria, como no podía ser menos a su pensamiento.