IRLANDA Y LAS BRIGADAS INTERNACIONALES
Las Brigadas Internacionales no fueron, al contrario de lo que se suele creer, ni los primeros ni los únicos voluntarios extranjeros que partieron a luchar a España en favor de la República. Ya antes de su formación (en octubre de 1936) había en la Península un número, aunque no muy alto, de soldados extranjeros, que desde prácticamente el día de la sublevación de los nacionales estaban participando en la contienda. Algunos de ellos ya residían en España antes del golpe del 18 de julio y procedían mayoritariamente de países con gobiernos fascistas, de donde se habían visto obligados a exiliarse por su militancia progresista, socialista, comunista o anarquista. Por esta razón, los dos principales países de origen de estos primeros voluntarios extranjeros fueron Alemania e Italia.
Irlanda y las Brigadas Internacionales
La Columna Connolly fue una unidad de voluntarios irlandeses integrados en la Brigada Lincoln que formó parte de las Brigadas Internacionales que combatieron en apoyo de la II. República durante la Guerra Civil Española. Recibe su nombre del líder socialista irlandés James Connolly, ejecutado en 1916, con motivo de su implicación en la insurrección de Pascua contra el poder inglés.
Al comenzar la Guerra Civil, el republicano irlandés Peadar O´Donnell se encontraba en Barcelona para la apertura de las Olimpiadas Populares, olímpiadas que por el estallido de la guerra, nunca llegaron a celebrarse. Desde el primer momento, O´Donnell movilizó unidades de voluntarios en apoyo del Gobierno republicano entre los miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y otros activistas nacionalistas. La creación de la Columna Connolly fue también una reacción frente a la creación de la Brigada Irlandesa, del fascista Eoin O´Duffy, que agrupaba a los voluntarios pro-nacionales en España.
Los primeros integrantes de la Columna Connolly llegaron a España en diciembre de 1.936 con Frank Ryan liderando el grupo y se instalaron en Albacete, ciudad que era el cuartel general de las Brigadas Internacionales. Se les integró en el Batallón Lincoln compuesto mayoritariamente por norteamericanos, para que no tuviesen que estar en el Batallón Británico, ya que con los ingleses, por razones históricas, sobradamente conocidas, la relación era altamente conflictiva.
Esta pequeña unidad estaba compuesta tan sólo por 150 hombres. Participaron en las muy importantes batallas de Madrid, Jarama y el Ebro. En la del Jarama, combatieron contra sus compatriotas de la Bandera Irlandesa. El líder de la Columna, Frank Ryan, fue herido, y tras recuperarse en su país, regresó, participando en el Frente de Aragón, siendo capturado y llevado al tristemente célebre campo de prisioneros (o Campo de Concentración) de Miranda de Ebro (Burgos), donde fue sentenciado a muerte. Sin embargo, la intervención del Presidente de Irlanda, Éamon de Valera, consiguió que se le perdonase la vida. La pena de muerte fue cambiada por 30 años de cárcel, pero en 1.940, se le liberó y fue trasladado a la frontera francesa y puesto bajo custodia alemana.
La solidaridad por bandera
El internacionalismo proletario tiene dos elementos importantes: la solidaridad con los procesos revolucionarios de todos los pueblos del mundo, que se expresa a través de la prestación de ayuda a éstos para que alcancen éxito; y el aprendizaje de lo que ellos tengan de positivo para alcanzar los comunes objetivos de la causa revolucionaria de los trabajadores.
En este marco, la tesis que está detrás del internacionalismo proletario es que la “solidaridad de clase” rebasa los linderos estatales y que los miembros de una clase social —burguesía, capas medias, proletariado—, a pesar de habitar territorios diferentes y hablar lenguas distintas, tienden a aproximarse entre sí en función de los intereses económicos y sociales que representan y a promover conjuntamente su defensa.
La lucha contra el fascismo en España terminó con una derrota temporal, pero abrió el camino a la victoria en 1945. Las palabras de la Pasionaria en 1938, «¡Volved!, cuando el olivo de la paz florezca…», resonaron en los oídos de estos voluntarios cuando en noviembre de 1996 volvieron a España a recibir el encendido y merecido homenaje del pueblo español. Habían transcurrido 60 años, pero su gesta quedó finalmente reconocida.