«Íñigo no es Manuela»: el mayor error de Pablo Iglesias
Pablo Iglesias afronta la peor crisis de Podemos desde sus inicios, hace tan solo cinco años, y lo hace de la peor manera, al estilo tradicional que ya nos enunció Alfonso Guerra: «el que se mueve, no sale en la foto«.
Podemos nace de las élites universitarias de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, un grupo de expertos en Ciencia Política, Sociología y alguna otra disciplina, dan el salto del debate académico al político, recogiendo el sentir de una sociedad hastiada que grita «basta ya» en la Puerta del Sol de Madrid y deposita todas sus esperanzas en este grupúsculo de expertos que dicen ser «la nueva política», como antítesis a la «vieja» y a la «casta», que dedican la mayor parte de su tiempo a defenderse en Tribunales de Justicia o, en el mejor de los casos, a defender su inocencia desde los medios de comunicación.
Argumentarán que sus propuestas son transversales y se centran en la gente, argumento fácilmente defendible en el contexto ya citado. Será así como en mayo de 2014, un Podemos sin logo -no olvidemos que fue la cara del candidato, Pablo Iglesias, la que se estampó en la papeleta electoral- se presenta a las elecciones europeascosechando unos resultados que ya anunciaban lo que iba a pasar doce meses después, en las elecciones municipales y autonómicas. En la cresta de la ola, con representación parlamentaria, músculo político y calculada estrategia electoral, darían la batalla por las capitales de Comunidades Autónomas fichando a personas de importante relevancia social -ya fuese por su trayectoria, como es el caso de Manuela Carmena, o por su presencia en movimientos sociales, en el caso de Ada Colau- y alzándose con la vara de mando en grandes ciudades españolas, Madrid y Barcelona, entre otras.
El principio del fin
Así llegamos al culmen de la crispación, cuando se anuncia la Asamblea Ciudadana Vistalegre II y se enfrentan los dos modelos de Podemos: el de Iglesias, el escorado a la izquierda utópica; y el de Errejón, pragmático en sus pensamientos y moderado en sus posturas. Ni que decir tiene que gana el del todopoderoso líder, toda vez que la democracia interna es un señuelo imposible de alcanzar para un partido tan joven en trayectoria, pero tan mayor en organización interna.
El tándem que amenaza
El éxito de Más Madrid, la plataforma ciudadana que agrupa a Carmena y Errejón, estará determinado por su capacidad de alejarse de eslóganes grandilocuentes pero etéreos y asentar los pies en la tierra, centrándose en los verdaderos problemas de las personas: empleo, transporte público, medioambiente, impuestos, sanidad, educación, etc. Más Madrid tiene por delante un gran reto, hacer creer a los que ya por dos veces se han hartado de los de antes y de los de ahora, han de demostrar que sus propuestas se sostienen no solo sobre el papel sino también a la hora de gobernar; han de saber transmitir que tienen un proyecto alternativo para mejorar la vida de los ciudadanos.
Efectivamente, Íñigo no es Carmena, por eso confían en, juntos, hacer Más Madrid.