25 noviembre, 2018
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La República no puede ser un movimiento nostálgico sino una aspiración de futuro. La Memoria Histórica no debe tapar la aspiración a una III República.
José María García Labrac
España necesita una alternativa. El régimen del 78 está agotando su recorrido histórico, a punto de cumplirse el 40 aniversario de la aprobación de la Constitución. Ha llegado la hora de la República.
La III República no caerá del cielo ni aparecerá por arte de magia. La República solo vendrá si la traen la ciudadanía española y los pueblos del Estado. Para construir la República, para hacer realidad la alternativa, el movimiento republicano tiene que estar a la altura de las circunstancias y ofrecer un nuevo proyecto de país para las grandes mayorías, un renovado contrato social que garantice el interés general de la gente, entendiendo interés general como la satisfacción de las necesidades básicas y fundamentales de la población.
Los republicanos y las republicanas no pretendemos la reinstauración de la Segunda República. Queremos la instauración de la Tercera. La II República, el principal proyecto democrático de la historia de las Españas, fue aniquilada por el fascismo hace 80 años. Max Aub, el escritor valenciano que murió en el exilio de México, descubrió, en su viaje de regreso a la España de 1969 (leer La gallina ciega), que el país que había conocido ya no existía y que no volvería jamás. La dictadura franquista abortó aquella esperanza y la redujo a pedazos para siempre.
La República del 31 fue una oportunidad perdida para cambiar de raíz el destino de esta tierra.
La España de 2018 es muy distinta a la de entonces. La República tiene que ser una solución integral a los problemas actuales de los españoles y las españolas. Un país asediado por el paro, la precariedad, la corrupción y la tensión territorial necesita un cambio global, un nuevo camino que permita empezar a torcer el rumbo de la historia.
El movimiento republicano no puede vivir continuamente en el pasado, dedicando la mayor parte de sus esfuerzos a recuperar la memoria histórica del período 1931-1975. No podemos desgastar nuestras fuerzas en una tarea que le corresponde a otro movimiento, el memorialista, necesario para conseguir verdad, justicia y reparación para las víctimas del franquismo.
Seríamos republicanas/os incluso sin Franco, la guerra y la Transición/Transacción.
Seríamos republicanos/as aunque Juan Carlos I no hubiera recibido ninguna comisión de las tiranías petroleras del Golfo Pérsico y se hubiera comportado siempre como un intachable servidor público. Seríamos republicanas/os incluso sin el escandaloso discurso de Felipe VI sobre la cuestión catalana del 3 de octubre de 2017. Somos republicanos/as porque la República es la mejor alternativa para mejorar nuestra vida y la de nuestros y nuestras compatriotas.
La nostalgia por un pasado glorioso (que nunca volverá) no construye República. La ciudadanía está harta de la corrupción, quiere empleo de calidad y servicios públicos dignos, lucha cada día por un presente y futuro prósperos. Si el republicanismo no les da una respuesta, habrá otros que lo harán. De hecho, ya lo están haciendo, en España, en Europa y en el mundo. La ofensiva del populismo de derechas a nivel internacional es la mejor prueba de que no hay tiempo que perder. O República o barbarie.
¿A quién le interesa encerrar al movimiento republicano en el campo memorialista?
¿A quién le interesa relacionar republicanismo con guerracivilismo, cada vez que se cuestiona públicamente la Monarquía? ¿Le interesa a la causa republicana o a las asociaciones por la recuperación de la memoria histórica? ¿O le interesa al régimen, al sistema y a los medios de comunicación que desinforman a la gente para perpetuar en el poder a las mismas familias que llevan gobernando este país varios siglos? ¿Vamos a seguir bailando al son que nos marcan o vamos a aprender a bailar al son del interés general?
La República que le hace falta a nuestra sociedad no es la República de un partido, de un sindicato, de una corriente o de una camarilla. La República que necesitamos es la República de la mayoría, la República de la gente de la calle, no una República elitista para los “republicanos viejos” que llevamos años luchando por abolir la Monarquía.
En Granada Republicana UCAR, la asociación ciudadana que me honro en presidir, hace tiempo que comprendimos la importancia de esta cuestión. Nunca hemos dejado de reclamar verdad, justicia y reparación, pero tampoco hemos olvidado que las propuestas de futuro deben de ser el eje central de nuestra actividad. Por eso, insistimos tanto en organizar jornadas, tertulias y otros actos sobre los contenidos concretos que podría tener una III República federal, laica y solidaria.
Mientras el movimiento republicano sea una curiosidad folclórica, no habrá República en España.
Mientras algunos y algunas se empeñen en seguir combatiendo con piedras a un enemigo que hace tiempo que obtuvo la bomba de hidrógeno, la dinastía Borbón seguirá reinando. ¿Queremos cambiar este país para siempre, aunque ello suponga renunciar al modelo republicano ideal que cada una/o tenemos en la cabeza? ¿Queremos construir un nuevo país con las víctimas de la crisis o preferimos ser eternamente un movimiento marginal, puro e inútil, en esta maldita “corte de los milagros”? ¿Cola de león o cabeza de ratón?
En la respuesta a esta pregunta se encierra el destino de una causa que puede cambiar para siempre nuestro presente y nuestro futuro. ¿España mañana será republicana? Solo lo será si comprendemos la magnitud del desafío y trabajamos juntos y juntas por un nuevo marco de convivencia, superando prejuicios y desterrando nostalgias.