Desde niños, a la mayoría de nosotros nos han inculcado la idea de que debemos respetar las opiniones ajenas. Eso es cierto en la inmensa mayoría de los casos; y, ni que decir tiene, que cuestiones como la tolerancia o la igualdad de oportunidades no son tema de debate, sino derechos humanos fundamentales. Sin embargo, admito que muchas veces me cuesta comprender e, incluso aceptar, las opiniones de ciertas personas. Porque, vale, está claro que cada cual tiene sus películas favoritas o películas que odia, comidas que adora y otras que no y animales que les parecen más bonitos que otros. Pero opinar, por ejemplo, que la psicología es una pseudociencia o que no tiene ningún interés moral o científico, no me cabe en la cabeza.
Las personas que piensan eso no son conscientes de que la psicología como evolución de la filosofía, sirve para entender la psique humana. Para comprender aquello que nos lleva a ser nosotros mismos, lo que nos hace evolucionar de un modo u otro a través de la socialización con nuestro entorno y un largo etcétera. Grandes pensadores como Carl Gustav Jung no teorizaron sobre ello para que ahora un grupo de personas que desconocen la materia vengan a decir esto. Perdonen mi indignación entusiasta, pero estarán de acuerdo conmigo; sobre todo, si se da la casualidad de que también son aficionados a la psicología analítica de CG. Jung y, por curiosidad, se han dejado caer alguna que otra vez por la web de la Sociedad Española de Psicología Analítica.
Pero más allá de lo interesante que es teorizar sobre la psicología humana, no podemos olvidar que, además, presta un servicio social esencial. Sin ella, no existirían las terapias ni se tendría idea de cómo funcionan o evolucionan cierto tipo de trastornos. Las terapias psicológicas permiten que la gente sufra un poco menos y que, con el tiempo y, gracias a las herramientas que les ha dado el psicólogo o la psicóloga, sean un poco más felices, cambiando su actitud frente a la vida. Sabiendo eso, no podemos afirmar tan alegremente que la psicología no sirve para absolutamente nada. Es cuestión de profundizar y valorar una disciplina que, gracias a sus tratamientos, ha obtenido grandes logros.