Ayer por la mañana Miguel Blesa fue encontrado muerto en la finca cordobesa de caza Puerto del Toro. La noticia corrió como la pólvora y enseguida se hablo de posible suicidio. Hoy, hecha la autopsia, parece confirmarse ya está hipótesis.
Lo primero, sea como fuera lo que haya pasado ayer alrededor de las ocho de la mañana, es desearle el descanso eterno y acompañar a su familia en este momento extremo. No es muy humano ser indiferente frente a la muerte traumática de nadie y mucho menos alegrarse de ella. Es miserable hacer mofa de un suceso de estas características, como se ha hecho una vez más por Internet. Tengo que reconocer que esta vez el comportamiento de la clase política ha sido de lo mas ortodoxo: prudencia, descanse en paz y una mención de consuelo a la familia.
Supongo que a nadie extrañara que haya venido a mi cabeza la muerte de Rita Barberá, porque al igual que esta, llega después de una pena de telediario insoportable. Que sin condena firme seas tachado a todas horas de lo peor, que tus antiguos ‘amigos’ ni te hablen y que la calle se revele con solo verte, no es una manera digna de vivir. Me cuesta entender el show que suele acompañar a las detenciones de estos personajes mediáticos y el ensañamiento de cierta prensa en la persona más que en el comportamiento denunciable y, sobre todo, los eternos tiempos jurídicos y, como no, las filtraciones para que el personaje pueda mantenerse en las portadas sin siquiera su opción a rebatir.
No entiendo nada. Es evidente que ciertos comportamientos de ciertos poderosos claman al cielo y han hecho mucho daño pero, ¿qué ganamos con fomentar y aplaudir que la sociedad les responda igual? ¿Alguien me lo explica?