Pedro Taracena
La oligarquía de siempre administra el país a través de los títeres de la monarquía y de la política, como si de un botín de guerra se tratara
En España el periodo comprendido entra la muerte del sanguinario dictador y la promulgación de la Constitución, se le ha venido denominando como la Transición. Dilatar este periodo para renunciar a derribar los restos aún vigentes de la dictadura, supone un ejercicio de mala voluntad y de nula vocación democrática. Francisco Franco fue Caudillo de España por la Gracia de Dios, pero sobre todo por el capital de la oligarquía que le financió el golpe de estado, la guerra civil y fue decisivo su apoyo para la implantación y mantenimiento de la dictadura. El análisis de los otros protagonistas del genocidio, es decir, la Iglesia, el Ejército, los Caiques y los Fascistas, se lo dejo a los historiadores. Pero el hilo conductor de la oligarquía económica y financiera y el oligopolio de la energía, en su origen el sector estratégico de las compañías eléctricas, son los responsables de todos los crímenes cometidos por la tiranía, formalmente implantada, a través de los poderes fácticos que han ejercido el poder económico y político hasta nuestros días. Dicho de otro modo, el capital gestiona la vida en España como si de un botín de guerra se tratara. Siempre en la sombra, siempre sin dar la cara. Siempre a través de los títeres, lacayos y secuaces bien pagados. Comenzando por el propio Rey de España. Sin corte ni vasallos pero con amigos poco recomendables fuera y dentro del Reino. A la oligarquía le interesaba que no hubiera ruptura con el franquismo. Amenazó con otro levantamiento militar y consiguió que los franquistas pactaran la redacción de una constitución, tutelada por los mismos actores del golpe, la victoria y la dictadura. Donde quedara impune el genocidio que la propia oligarquía había financiado.
Toda esta realidad, aún no la ha plasmado la Justicia en una sentencia pero la Historia es implacable. Poco a poco se está completando el puzle de la gran mentira.
Según mantenía Václav Havel en su libro El poder de los sin poder. La Crisis de identidad y la crisis moral de la sociedad, ambas crisis se plantean entre los que están en el banquete y los que no han sido invitados. La rebelión por la verdad es un acto profundamente moral, por los perjuicios que acarrea, y sobre todo por su carácter disfuncional para la vida. La vida en la verdad se convierte, por ello, en el único fenómeno político con tintes transformadores. Y España lleva demasiados lustros viviendo en la mentira apuntalada de embustes. Esta sería la primera consideración.
Y la segunda estaría basada en aquella expresión que: “de aquellos polvos estos lodos”. Y volvemos a denunciar la mentira de la reconciliación:
Es mentira que fuera un Alzamiento Nacional, es verdad que fue un golpe militar cruento.
Es mentira que tuviera lugar una Cruzada de Liberación Nacional, es verdad que fue una Guerra Civil provocada por la planificación de un genocidio.
Es mentira que el Movimiento Nacional fundara una democracia orgánica. No, después de su victoria Franco impuso una dictadura criminal.
La Transición lejos de condenar el franquismo, le concedió la más vergonzosa de las perversiones. Un genocidio impune en el siglo XX y XXI.
La España del siglo XXI está anclada en su mentira histórica y en la mentira cotidiana del Gobierno ahíto de corrupción.
¿Cómo vamos a alcanzar la verdad si estamos anclados en la corrupción y en la mentira?