Dos días de moción de censura para nada y bastaron pocos minutos de la intervención de la diputada canaria Oramás, para situar al candidato: ese tonillo. Pienso que la moción de censura que tenía como objetivo arrinconar al PSOE, lo que ha conseguido es desnudar impúdicamente a Pablo Iglesias al que han llamado con acierto: vacío, teatrero, sin ideas, arrogante y machista.
Dos días para ver en su salsa a un líder, lo magnifican o lo destruyen. Así ocurrió con los precedentes. Felipe subió al podium, Hernández Mancha bajo al infierno político. El gran ausente, Pedro Sánchez, sin mover un dedo, puede salir ganando en el debate. Si casi todos han sido críticos con Iglesias, Oramás la que más, Ribera tampoco se ha quedado corto. Noto en el dialogo entre los dos, algo más que programas distintos. Parece que hemos pasado de aquel coleguismo de protagonistas de la nueva política, el mal rollo frente al que te ha quitado protagonismo. Ribera critica a Podemos mientras Iglesias ataca a Ribera. No me gustan nada los personajes que enseguida recurren al terreno personal, en vez de discutir las ideas. Iglesias es de esos, siempre argumenta ‘ad hominen’. Ese debe ser “el tonito” del que hablaba Oramás, el de profe joven, subido a la tarima, intentando ligar intelectualmente con sus alumnos vasallos, arrinconando con alusiones personales al que se resiste, especialmente si es mujer. Cuando Ribera le recuerda que es el político peor valorado, le hiere en lo más hondo; cuando le dice que para gobernar hay que saber consensuar desde la humildad, le clava una estocada de muerte.
No entiendo nada. ¿Tanto ciega la soberbia que no caes en la cuenta de que te has confundido de papel y de teatro? ¿Alguien me lo explica?