Por Pedro Taracena Gil
No me cansaré de perseguir a este esperpento político, el más grande de España. No tengo nada en contra de la persona de la excelsa señora Esperanza Aguirre. No tengo el gusto de conocerla ni falta que me hace. Pero como periodista volcaré toda mi valoración crítica en respuesta al insulto permanente que abusando de su función pública hace a los ciudadanos.
Es verdad que la jalean todos los partidarios de su ralea y condición: franquistas, empresarios, caciques y el nacionalcatolicismo, que es tanto como decir que los votantes del Partido Popular, conscientemente han votado corrupción porque va intrínsecamente unido al trinomio formado por: Partido Popular, Franquismo y Corrupción. No seré yo quien respete por igual a todos los votantes por el hecho de serlo. No, los votantes de la corrupción no merecen el mismo respeto que el resto de los ciudadanos. Al margen del partido que sean.
Esperanza Aguirre tiene como toda La Casta, la prensa a su favor. La crítica más dura que la adjudica es que se trata de un animal político. Dentro de esta página yo le dedico a este animal un capítulo.
No obstante es mi deseo dedicarle esta loa a este animal político:
Esperanza Aguirre es un esperpento nacional; superando en perversión al género de Valle Inclán.
La lideresa es franquista, hija legítima de la dinastía de Franco, Fraga, Aznar, aunque bastarda de Rajoy. Como consecuencia es fascista y falangista por naturaleza.
Esta liberal es una pésima copia del Tea Party USA y de la Dama de Hierro británica. Y cuando evoca el liberalismo español es una impostora, porque nada tiene que ver su liberalismo con la lucha por la libertad de Mariana Pineda.
Esperanza Aguirre es una negacionista del genocidio franquista, esto la hace indigna de haber sido una servidora pública.
Su especialidad es el insulto siempre en encuentros con la prensa que ella misma se monta. Y cuando se ve acosada huye del plató como lo hizo con Jordi Évole. No conoce la vergüenza y es una amoral.