No solo es que Mas no encarne el seny catalán, hace años que se ha pasado cien pueblos, sino que ni siquiera goza de la virtud, tan catalana, de la puntualidad. Le puede el show, el postura, cuando al educado en Catalunya se le enseña a valorar que es básico ser puntual. Ya sé que esto no es lo mollar en el tema que nos ocupa, pero tampoco es mollar nada de lo que hace Mas y sus adláteres y estamos venga a hablar de el.
Hoy, poco más de dos años después, para la velocidad jurídica hispana no está del todo mal, se juzga a Mas por su actitud frente al referéndum ilegal del 9 de noviembre de 2014. Ante el asombro del nacionalismo, un tribunal en la propia Catalunya, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, se atreve a juzgar a un, en este caso a tres, líderes, que generoso soy, del independentismo catalán.
El propio Mas, justo después de realizarse el simulacro de referéndum, se declaró responsable de la consulta a pesar de la prohibición del Tribunal Constitucional. Hasta horas antes del juicio chulescamente dio la cara presentándose como el padre de la criatura e incluso declaró como niño malo que “lo volvería a hacer”, ya en el tribunal, al que maleducadamente llego bien tarde y arropado convenientemente, aceptó la responsabilidad pero achacó a los demás, Gobierno y Tribunal Constitucional, el no haber actuado con claridad.
No entiendo nada. Si todo el mundo sabía qué estaba bien y qué estaba mal, y si se podía o no se podía ¿por qué Mas ahora se escuda en que no estaba clara la prohibición? ¿Es esto valentía? ¿Alguien me lo explica?