29 agosto, 2016
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Ilustre Luis María Anson, ausente ante la flagrante injusticia:
La formalidad conlleva honradez y la honradez es inherente a la formalidad. Existe el concepto de la decencia para comprender y premiar lo correcto, así como para diferenciar y censurar actitudes distintas.
Lo formal es lo coherente también, hasta que alguien decide romper la lógica de las relaciones humanas convirtiéndose en un impresentable, un informal o un indecente. Basta no seguir las normas de aceptación común en cualquier ámbito social.
Si existe una lineal actitud de relaciones humanas que la mayoría acatamos, es porque todo necesita de un orden establecido de convivencia en igualdad de condiciones y con criterios de justicia compartidos, necesarios para una convivencia pacífica y normalizada. Porque si todo juego requiere de unas reglas para que puedan seguirlas los participantes, convivir es aceptar jugar con un reglamento; quien no lo cumple es el tramposo.
Todo es oferta y demanda. Existe un mundo formal de la oferta y la demanda y las personas de buena fe pretenden regirse por ellas. Así se sabe que uno es un ladrón si pretende apropiarse de algo ajeno rompiendo las reglas convivenciales.
Del mismo modo, todas las personas de buena fe y sanas psicológicamente procuran vivir en paz sin perjudicar la salud de sus semejantes. Son formales. Quien asesina y daña al prójimo se convierte en un criminal porque quiebra la paz social.
Es fácil de entender, Luis María: nos regimos por leyes y normas que convierten en factibles las sociedades organizadas. Por eso colegimos que quien se sale del orden por infringir las leyes o las normas no solo es informal sino que seguramente por ello no es honrado.
Para distinguirnos las personas normales, formales e íntegras de los sinvergüenzas, acatamos esas normas y leyes de convivencia aceptando el juego limpio. Así que todo el que se sale del sistema de convivencia tiene tendencia a ser un facineroso que aprovecha el cumplimiento de las reglas por parte de los demás para beneficiarse y aprovecharse del prójimo deshonestamente.
Una de esas reglas respetadas de nuestra sociedad donde todo funciona a base de dinero es el trabajo del que dicen que es sagrado. Los comprometidos con la honradez y la formalidad saben que todo trabajo conlleva un pago por servicios prestados. Es la ley de la oferta y la demanda que, con la pulcritud de la gente honesta, significa el equilibrio económico entre partes donde a cada cual, en mayor o menor medida, le corresponde lo suyo.
Cuando alguna gente deshonrosa e informal quiebra la regla de compromiso ético que rige la relación de trabajo, nos encontramos con esa falta de coherencia y formalidad deseables que otorgan decencia a una relación social entre personas; quienes buscando legítimamente lo mismo acuerdan satisfacer las necesidades mediante un compromiso moral.
¿Pero cómo reaccionan esas personas de buena fe cuando injustamente se les niega, mediante la explotación y el abuso, lo que corresponde a un trabajo realizado? Es una declaración de guerra contra la paciencia y la dignidad personal. No hay más que analizar las convulsas reacciones históricas de los pueblos cuando se han levantado contra sus tiranos. La carencia de ética del déspota es inadmisible y en ocasiones estalla la violencia generándose rebeliones cuando algunos tramposos han pretendido desequilibrar la balanza quedándose con lo que no les pertenece.
Luis María, la gente no se anda con remilgos y llama hijos de la gran puta a las alimañas que se aprovechan de sus trabajos o que no los pagan. Está en la calle: no hay peor cerdo que el aprovechado que se embolsa el dinero sin pagar. A esos se se les llama morosos, parásitos, sinvergüenzas, porque son etiquetados como lo que son: listos de turno, indecentes que carecen de ética para seguir el juego limpio por el que se rige la reciprocidad.
A quien rompe las reglas lucrándose con la explotación laboral coloquialmente la gente lo llama malnacido. Es esa sabiduría generalizada que sabe distinguir a un hijo puta de quien no lo es.
Porque trabajar de balde para aprovechados es la mayor guarrada que se puede esperar de gentuza que roba el trabajo ajeno. De hecho, quienes rompen con el equilibrio social intentando lucrarse sin pagar por un trabajo recibido, reciben todo tipo de vilipendios por ser las alimañas del sistema, los parásitos que aprovechan la honradez de otros para llevar a cabo fechorías con una falta de ética radicalmente inaceptable.
Si además de robar el trabajo con acerba chulería se intenta destruir moralmente al damnificado, entonces hablamos de esa intencionalidad psicopática de caraduras sin conciencia que rizan el rizo de lo demente, lo indecente, lo informal y lo deshonroso.
Si a ello se añade que los aprovechados pertenecen al mundo cultural y periodístico al que se le supone pertrechado de reglas morales, de pensamiento profundo y con fondo intelectual supuestamente sostenido en la razón humanista, nos encontramos con especímenes de la hipocresía más allá de la explotación en que puede incurrir un ignorante. El caso se agrava con la específica conciencia del mal provocado.
Nos encontraríamos ante paradigmas hipócritas de la indecencia que con la falsedad y actitudes vergonzosas justifican el ínfimo valor de nuestra sociedad que escucha los consejos de los más putrefactos elementos que se disfrazan de benefactores, siendo estos engañosos benefactores los primeros que perjudican la moral generalizada de un país muy engañado.
Luis María, esto es fácil de comprender, créeme: la integración consiste en comulgar con los mismos principios sociales que hacen posible convivir en paz. Desgraciadamente, vivimos tiempos en que los facinerosos que violan esa integración han alcanzado las cimas sociales para actuar como malhechores de baja calaña.
No es tu caso y quizá hasta ni te hayas enterado de estas violaciones de los derechos humanos que pareces ignorar quizá porque tu agenda del día te ocupa en asuntos más importantes que la honradez, la ética, la honestidad y la decencia. No lo sé, pero sí comprendo que la apariencia engaña muy a menudo y yo prefiero creer que eres una persona como Dios manda.
Creo que cualquier persona de bien comprende que quien roba con abuso el trabajo de las gentes esforzadas y honradas es un ladrón, un informal, un indecente, un ímprobo, carente de ética y de vergüenza. No lo digo yo, sino esas normas de convivencia establecidas durante siglos que los honrados seguimos y por las que sabemos distinguir a las gentes como Dios manda de los hijos de Satanás o como coloquialmente llamaría cualquier persona de bien, indignada ante un explotador sin escrúpulos y un violador de derechos elementales no ya del trabajador sino humanos, un malparido.
Estoy seguro de que alguna falla de comunicación puede existir para que no reflexiones sobre este asunto, consideres justo un pago por las columnas que siguen posicionadas en primeros lugares de buscadores como Google y repletas de publicidad; entiendas lo legítimo de mi indignación y te decidas a ofrecerme una disculpa por los grandes daños morales que se me han intentado infligir de modo tan rastrero.
Pido Justicia elemental y respeto, un pago que se considere justo y equitativo y esa disculpa por una guarrada que no pude calificar de otra manera. Mi indignación no tiene límites, como comprenderás después de lo soportado. Loable sería que demostrases la humanidad por la que fuiste Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, ya ves.
http://guarradaelimparcial.blogspot.com.es/2016/05/soy-mas-honrado-que-anson-y-vila-con.html
A decir verdad no espero respuesta-qué cojones esperar una respuesta tuya-pero me agradaría saber lo muy equivocado que he podido estar por esas engañosas apariencias de tu silencio, siendo tan honorable e imprescindible para la salud moral de España como pareces ser.