Sigo en la página Infocátolica el blog del sacerdote D. Jorge González Guadix. No dispongo de datos rigurosos, pero lo considero uno de los blogs católicos con más seguidores en España. D. Jorge es párroco en tres pequeñas poblaciones de la Sierra Madrileña. Une una profunda formación, una intensa experiencia pastoral y unas sólidas convicciones a un estilo ameno y trufado de humor e ironía; además, a una reciedumbre castellana para decir las cosas claras y sin ambages.
Sus tesis son impecables y plenas de sentido común y van a contrapelo del pensamiento dominante hoy en la Iglesia. Estamos dando vueltas a la noria de comisiones, reuniones, encuentros, sínodos. Estamos confundiendo y matizando la doctrina hasta el punto de que todo, en la doctrina y en la liturgia, resulta más confuso, relativo y circunstancial. Solución: no seguir con lo mismo, cuyos resultado negativos están sobradamente comprobados, sino ir a los de siempre: liturgia cuidada, adoración del Santísimo, rosario, confesión, doctrina clara y sin matices, recovecos ni discernimientos.
Con fecha 19/11/2023 publica un artículo con el curioso título de Mingote doctor de la Iglesia (enlace). Basándose en una viñeta del genial humorista, incide en el tema de la inquietud, la perplejidad en la que muchos creyentes se sumen ante la confusión y la duda de ideas que siempre han sido incuestionables. ¿Dónde acudir para basarnos en un punto firme? El padre González no quiere complicarnos con tratados complejos y nos remite nada menos que al Catecismo nacional de primer grado (enlace). Se trata de un texto breve, edición de 1964. Además, se trata del más elemental, el que se usaba con los niños al principio del catecumenado.
Confieso que leí el texto completo, en parte por curiosidad y en parte por nostalgia. Me impresionó la claridad, la exactitud, el rigor de sus definiciones. Pensé que su lectura sería de una fecundidad seguramente sorprendente, aunque a algunos les suene esto un poco a broma.
Voy a aportar algunos argumentos en los que apoyo esta intuición.
Durante décadas se ha ido produciendo un cambio en el estilo pedagógico de la pastoral y la catequesis (tienen éstas una indudable dimensión pedagógica, entre otras.) Hay un cambio de lo conceptual (la razón) a lo experiencial y personalista (sentimientos, deseos, tendencias, circunstancias). La teología actual normalmente define el acto de fe como “encuentro personal”, “experiencia”, “apertura”, etc. Sin embargo, Santo Tomás da la definición clásica de creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia (S.Th., 2-2, q. 2 a. 9). Se tiene en cuenta a la voluntad y, por encima de todo, la primacía de la Gracia, pero es la razón la cualidad humana que capta la verdad revelada. La capta con las limitaciones que el Aquinate desarrolla en su magno tema de la relación fe-razón y que desborda los límites de este pobre artículo.
Después de tanto personalismo y subjetivismo, leer las definiciones breves, claras, unívocas de este humilde catecismo, puede resultar un soplo de aire fresco, el recuerdo de un orden y una armonía que se creía perdido en el tráfago de tanto debate, confrontación, pluralismo. Reencontrar este estilo pedagógico, tan olvidado, que he llamado conceptualista. Y Volver a una claridad y a una ausencia de retórica que en las homilías actuales son rara avis.
Encontraremos aquí algunas definiciones clásicas: ¿quién es Dios?, ¿cuáles son los mandamientos?, ¿qué es la Gracia? También hallaremos conceptos prácticamente olvidados: los mandamientos de la Iglesia, el ayuno eucarístico, las condiciones de una buena confesión.
Por todo ello, recomiendo a mis lectores y amigos la lectura de este catecismo o de cualquier otros de los clásicos. ¡Quién sabe si, por ese efecto de acción/reacción que mueve todas las cosas humanas, algún día se pone de moda y se convierte en un sorprendente bet seller!
Publicado en Marchando Religión https://marchandoreligion.es/