Siempre me ha parecido equívoca la expresión, hoy tan usada, de “inteligencia artificial”. Intuía, sin tener argumentos rigurosos para apoyar esta intuición, que el concepto esconde algo oscuro; algo, como decíamos en nuestros juegos infantiles, que “tiene truco”. “Artificial” se opone a “natural”. Artificial es lo que ha sido hecho por el hombre. Éste parece su sentido más lógico. Pero, en el uso que se da hoy a la palabra, me parece que quiere atribuírsele otra connotación distinta: artificial es lo que no es humano, aunque realmente sea obra del hombre. Desde los postulados del Transhumanismo se pretende situar al hombre en una tierra de nadie. Entre el puro animalismo (instinto, apetito, satisfacción inmediata de cualquier deseo) y la inteligencia artificial (cálculo, capacidad de concatenación lógica hasta unos límites que el hombre no alcanza). Entre estos dos extremos, ¿dónde queda la inteligencia humana?
Encuentro ayuda para desatar este nudo en algunos textos de Xavier Zubiri. Zubiri (para mí, el más grande filósofo español contemporáneo; Ortega es el más grande intelectual, otra cosa) desarrolla en varias obras suyas un concepto fundamental en el conjunto de su pensamiento: “inteligencia sentiente”. Trato de explicar breve y sucintamente (que me perdonen mis amigos filósofos) lo que excede los límites de un artículo.
En el pensamiento clásico, de tradición aristotélica, la acción de inteligir consta de dos momentos. Puesto que siempre conocemos a través de los datos (sensaciones, percepciones) que nos llegan por los sentidos, hay un momento de sentir y otro de inteligir a partir de las sensaciones. Zubiri cambia este concepto que ha llegado hasta su tiempo sin apenas variación. No hay dos momentos en este proceso, sino uno. “El sentir es inteligir, es sentir intelectivo. Inteligir no es, pues, sino otro modo de sentir…” (Inteligencia y realidad). Los sentidos captan el contenido de la realidad, mientras la inteligencia capta su forma. Ambas operaciones se dan en un solo acto, como son inseparables el contenido y la forma de cualquier realidad.
Y aquí hace el autor vasco una importante matización. La inteligencia animal y la llamada inteligencia artificial, no son, en rigor, inteligencia porque captan solo el mero contenido de la realidad, pero no la forma, que es lo propio del acto de inteligir. El concepto zubiriano de “forma” y “formalidad” es complejo. Trataré de exponer un sencillo ejemplo. El animal puede captar un trozo de pan y se hará con él si tiene hambre. Ésta también es una forma de percepción. Una máquina sofisticada puede procesar los datos sobre la lluvia del último siglo y predecir como actuará este fenómeno en el siglo que viene. Se trata de una acumulación de datos inabarcable para la razón “natural” de un hombre. Pero sólo la inteligencia humana pueden captar el pan o la lluvia en su formalidad, es decir, como realidades, cosas en sí mismas (Zubiri habla de la “suidad”). Sólo el hombre puede comprender que el pan sea un objeto material o que a lluvia pueda servir de inspiración para un poema.
Diríamos que el animal siente, pero no intelige; y la máquina intelige, pero no siente. Ninguna de las dos acciones es propiamente inteligencia.
El pensamiento de Zubiri concibe al hombre como “animal de realidades”.
Pueden servirnos estos conceptos para vindicar el viejo humanismo, de raíces clásicas y cristianas, frente a ese Transhumanismo que nos invade.
Publicado en www.eldebate.com