Cuenta la leyenda que la mafia fue creada por tres caballeros españoles —Osso, Mastrosso y Carcagnosso— que en el siglo XV tuvieron que huir de Toledo tras haber vengado con sangre el honor ultrajado de una hermana. Los tres caballeros se refugiaron en Favignana, una isla mediterránea, donde permanecieron 29 años, 11 meses y 29 días. Durante ese tiempo, pusieron en pie las reglas sociales y el código de honor (por así decirlo) por el que se rige la mafia. Y posteriormente, al separarse y seguir cada uno su camino, llevaron esas normas a tres lugares distintos: Osso las difundió en Sicilia (creando La Cosa Nostra), Mastrosso las dio a conocer en Calabria (territorio de la ‘Ndrangheta) y Carcagnosso las divulgó por Campania (dando origen a la Camorra).
Cierto o no, la historia de nuestra generación la escribe la nueva mafia, esa que va con traje y corbata, acribillando a diestro y siniestro con leyes de todo tipo, mientras los cuatro jinetes del apocalipsis empiezan a hacer su aparición en el planeta Tierra. No es de extrañar, que los acontecimientos de los últimos años, estén manipulados, por esos nuevos capos que se han globalizado para crear nuevos horizontes. La mafia y sus secuaces se han extendido gracias a las grandes corporaciones y centros financieros, dejando aún lado a gobernantes sin escrúpulos, que solo quieren sacar tajada del gran imperio que se desgaja y del que han formado parte durante generaciones. Pero quien no ha sido atraído por ese código de honor de la mafia de Don Corleone, aunque solo sea por un dolo día. El psiquiatra y forense José Cabrera lo expresa muy bien cuando dice: «Lo que nos atrae es ese código moral cerrado en el que se sabe que todos vamos a muerte pase lo que pase fuera. Nos seducen sus sólidos conceptos de lealtad y familia; la idea de grupo protector e inmutable que permanecerá siempre, precisamente ahora que la sociedad es hostil y todo cambia sin cesar, las condiciones laborales, los políticos, los hogares…»
En el mundo hay miles de potenciadores, que dirigidos por ese romanticismo más exacerbado, caminan hacia la incapacidad moral.
En uno de mis relatos de Ciencia Ficción «La Gran Mentira» de mi libro –Secretos, Sueños y otros Misterios–, cabalgo a lomo de esa mafia que gobierna un mundo que se desmorona, de un planeta Tierra que está a punto de extinguirse debido a la ineptitud del ser humano y sus gobernantes. Una mafia que intenta extrapolar con mentiras, subterfugios y manipulación aparte de una humanidad que está siendo trasladada a Titán, una de las lunas de Saturno, para su salvación, moldeando los nuevos valores y reescribiendo la historia.
Lo que quiero decir, es que sin memoria no hay historia, sin recuerdos, no hay mástil donde agarrarse, donde seguir sujeto, como Ulises ante el canto de sirenas.
Las palabras de Cabrera se hacen eco de la guerra de Ucrania, y de esa idea fantasmal que recorre occidente y que Alejandro Dumas escribió en su libro Los Tres Mosqueteros «Todos para uno y uno para todos«. El 30 de noviembre de 2002, en una procesión elaborada y solemne, la guardia republicana francesa llevaron a hombros el ataúd de Alejandro Dumas desde su lugar de entierro original en el Cimetière de Villers-Cotterêts en Aisne hasta el Panteón. El creador de La Mascará de Hierro, iba en el ataúd envuelto en una tela de terciopelo azul inscrita con el lema. Sin embargo, para los que no lo saben, forma parte del imaginario suizo, ya que «Unus pro omnibus, omnes pro uno» es una frase en latín que significa uno para todos, todos para uno. Pero que se conoce, no oficialmente, como el lema nacional de Suiza. Este lema fue lanzado como idea de unidad nacional, imprimiéndose en todos los periódicos locales como propaganda.
William Shakespeare lo usa en su poema The Rape of Lucrece para caracterizar a las personas que toman riesgos masivos, incluido el villano rey violador del poema, Tarquin el Orgulloso:
- El objetivo de todos no es más que amamantar la vida.
- Con honor, riqueza y facilidad, en edad menguante;
- Y en este objetivo hay una lucha tan frustrante,
- Ese uno para todos, o todo para uno que medimos;
- Como la vida por honor en la furia de la batalla caída;
- Honor por la riqueza; y a menudo esa riqueza cuesta
- La muerte de todos, y todos juntos perdidos.
Los recuerdos, la verdadera memoria historica subyace en los intersticios de lo subyacente. Pero la sociedad se deja ensombrecer, por lo que explica el psiquiatra Cabrera una vez más con razón dice: «En general, racionalizamos los aspectos criminales de estas organizaciones. Entendemos la idea de que, si un individuo me la ha jugado, me la va a pagar. O de que, si están atacando a lo más sagrado de mi vida, que es la familia, saben a lo que se exponen. Al fin y al cabo, los códigos penales se levantan sobre otros morales»,
Por ahora seguimos nuestro paseo, mientras tomamos una vista panorámica de todo lo que nos rodea, pero también nos estamos dando cuenta de que nos va a ser muy difícil preservar o proteger cualquier cosa: los niños, la familia, nuestro instinto de albergar unos valores dado por la divinidad, porque mimetizan también nuestra forma de pensar para tergiversar como caballo de Troya nuestro pensamiento e identidad.
Mientras seguimos camino, el jinete de la noche cabalga a oscuras amenazante, ante la infame reunión del G-7 como si fuera el nombre de un restaurante español «La mafia se sienta a la mesa.»